Navalcarnero - Turismo

Escultura a Jacinto González

Uno de los problemas históricos que arrastraba la población desde tiempos de su fundación era el abastecimiento urbano de agua. Su situación geográfica, a varios kilómetros del Guadarrama; y su asentamiento sobre una colina arenosa, que no facilitaba la captación de las aguas subterráneas, determinaron su presencia escasa y de mala calidad. Una circunstancia que provocó la construcción de aljibes y pozos en algunas casas del municipio para el abastecimiento particular. El lento pero inexorable crecimiento demográfico no hizo más que empeorar esta situación que, en épocas de sequía, se hacía insoportable. Las traídas de agua de finales del siglo XVIII y la apertura de las fuentes del Alparrache (1856) y San José (1858) no consiguieron atajar el problema.

En 1874, siendo alcalde Jacinto González Ruiz-Medrano, se realizaron una serie de prospecciones en el término municipal a la búsqueda de un nuevo manantial que asegurase el suministro. Se hallaron aguas abundantes y de calidad notable al Oeste de la población, en un pequeño valle del paraje de Juan de Toledo. La dificultad estribaba en su traída pues había que salvar un desnivel de unos 80 metros y una distancia de casi dos kilómetros. Convencido de la viabilidad del proyecto, Jacinto González acometió esta empresa de forma particular. Se proyectó un depósito en el lugar de San Sebastián, muy cercano al núcleo urbano, un viaje hasta Juan de Toledo y una máquina elevadora de agua movida por fuerza de sangre, que diseñaría el ingeniero Antonio Montenegro y Van-Halen. Y fue así como la nueva fuente de San Sebastián fue inaugurada el 16 de abril de 1876, en un bello entorno de naturaleza.

En 1891 el ayuntamiento de Navalcarnero compraría la fuente a Jacinto González. En los años siguientes se trató de aumentar la capacidad de elevación de la bomba –no sin importantes problemas técnicos— con un motor de vapor que al mismo tiempo alimentaría la primera iluminación eléctrica inaugurada en 1899.